La columna de Cine a cargo de Bahía Flores, todos los martes en Cualquiera.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Diario Marplatense II

Por Mato Ludueña

Desayuné con B.B. temprano o en realidad no tanto. Las mesas en el hostel eran bajitas, bien bajitas. En un momento me imaginé estando yo afuera y asomándome por la puerta-ventana que da a la calle, viéndome comer sobre un Kotatsu, inmerso en un plano de cualquier película de Y. Ozu. Teníamos programado Chantrapas, la última película de Otar Iosseliani, para el mediodía. No había muchas expectativas para la película: al leer los comentarios acerca de la misma me daba la sensación que estaban siendo algo condescendientes con el director. Iosseliani es un gran director y lo pude comprobar, no sólo a través de sus trabajos anteriores, sino al ver el documental El mirlo silbador, de Julie Bertuccelli, en donde muestra a este georgiano planificar las tomas de su Jardines en otoño con un vaso de vino en la mano y un cronómetro en la otra, con los ojos cerrados, en una habitación empapelada de storyboards. En Chantrapas la mayoría de los personajes son niños o ancianos y las “malas” acciones parecieran entrar y salir por la ventana; las “buenas”, lo hacen por la puerta. 
Iosseliani nos habla del cine, de rodar una película y de aquellas personas que no tienen patria.

El auditorio era (es) enorme. Casi por acto reflejo lo relacione con la sala que tenemos en Córdoba, una sala tan imponente como aquella, en un sitio llamado algo así como La Ciudad de las Luces o de las Artes. La pantalla parece abducirnos en cada función con su majestuoso tamaño, aunque muchos no se han enterado que está allí esperándonos. Nos sentamos en el primer tercio de la platea. Recuerdo que habíamos vacilado a la hora de decidir entrar puesto que la película se iba a estrenar en las salas comerciales en un par de meses, por ende íbamos a tener oportunidad para verla fuera del festival, pero la cita con Sophia Coppola era obligada. Le dimos unos pocos besos a B.B para disuadirlo (quería ver otras dos películas y, en el ínterin de ambas, emborracharse con una cerveza marplatense, mientras se fumaba un cigarrillo) y luego convencerlo a que entrara a la función de Somewhere, pero por supuesto no bastó con una simple demostración de hermandad sino que Chk Chk tuvo que salir corriendo en busca de cigarrillos porque a B.B se le habían terminado, y entonces aprovechó la situación que sospechosamente se acercaba a la extorsión. Hacía mucho que Chk Chk no corría. Creo que al llegar –caminando- estaba hiperventilando. Había comprado unos cigarrillos negros que sólo a él le gustaba fumar. Sí, Sophia es cool. Y también conoce bien los códigos del Indie norteamericano. Y sus películas son un regocijo. En su opera prima, Sophia Coppola nos inmola con su adaptación de la obra primera –dulce coincidencia- de Jeffrey Eugenides, homónimamente tituladas Las Vírgenes Suicidas. La película está enteramente musicalizada por el dúo francés Air. Tener amigos consagrados en el mundillo de la música tiene sus beneficios. En Somewhere aparecen los Phoenix y Julian Casablancas.



Tenía dos pisos y estaba bien iluminada, lo que me produjo un malestar en la vista. Inmediatamente no dudé en ponerme los lentes de sol sin temer quedar ridículo porque realmente los necesitaba. Se trataba de la mejor pizzería de todo el lejano este, había todo tipos de inventos relacionados a la muzzarela, y vendían pizza por porción. Hicimos nuestros respectivos pedidos y nos ubicamos en una mesa en el primer piso. Estaban pasando un partido de fútbol en unos televisores de gran tamaño que, si mal no recuerdo, era el clásico partido de Boca-River, es decir, un partido casi sin goles, aburrido, trabado y con la cancha atiborrada de papel higiénico. Chk Chk sacó su celular del bolsillo: -Hola ¿Sofía?, ¿me escuchas?... Con B.B. lo miramos confundidos (nunca habíamos escuchado a Chk Chk hablar con una chica por teléfono), pero no tardamos en descubrir que estaba montado una ficción en donde hablaba con Sophia Coppola y le decía que le había gustado su película pero no el cortometraje del final, haciendo alusión a los últimos 10 minutos de la película en donde parece subrayar la vacuidad emocional del personaje frente a la vida ostentosa y superflua que lleva. Estábamos todos de acuerdo.

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