La columna de Cine a cargo de Bahía Flores, todos los martes en Cualquiera.

domingo, 22 de mayo de 2011

Videocracy



El documental de Erik Gandini es un mix de imágenes que reproducen la evolución de los reality shows, los programas de concursos y demás yerbas faranduleras que han minado la cultura italiana desde hace más de treinta años para llegar ahora a su punto más álgido con el patrocinio de Berlusconi. Rey mediático, dueño de todo lo que hay que ser dueño para manejar la opinión pública, party man y esteta si los hay, Silvio es el eje a partir del cual se entreteje toda esta maquinaria dedicada al entretenimiento y a la “distracción” de una gran parte de la población que mira embelesada la caja boba.
En una ensalada visual que bien podría ser una transmisión de Televisión Registrada (y aquí aclaro que cualquier similitud con personajes y hechos locales no tiene nada de coincidencia), el film muestra retazos de programas de concursos donde se refleja cómo el ideal de muchas personas está atravesado por la legitimación mediática. 
Así, por ejemplo, un chico de veintitantos años que practica artes marciales para parecerse a Van Damme y hace covers en un club nocturno imitando a Ricky Martin, se prepara para aparecer en uno de estos programas y así cumplir el gran sueño de los diez minutos de fama.


Entre los millares de televidentes que se llenan de este imaginario y las estructuras que los producen, están también los que aprovechan este mercado de imágenes para su propio beneficio, como por ejemplo Fabrizio Corona, personaje bizarro en su absoluta y empastada plasticidad que recorre las calles de la Italia rica sacando fotos a los descuidados famosos, a quienes luego se solicitará el correspondiente pago para que dichas fotografías no vean la luz.
Y como éste, hay otros tantos peces flacos y gordos que nadan las aguas de la piscina berlusconiana, comiéndose unos a otros, pero principalmente absorbiendo en un remolino de inconsciencia a los televidentes incautos, y en especial a un montón de jóvenes chicas que aspiran a ser “velinas”, esto es, acompañantes del conductor en un programa de entretenimiento, chicas esbeltísimas cuyo ideal de mujer está totalmente delineado por los parámetros de la tele.
En conclusión, Videocracy es el reflejo de una cultura tamizada por aquellos que la controlan, y a su vez un reflejo en el que más de un país se puede reconocer.
Pero, como suele suceder, las imágenes hablan por sí solas...

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