La columna de Cine a cargo de Bahía Flores, todos los martes en Cualquiera.

lunes, 23 de mayo de 2011

Más y más gente va de caravana

La producción cordobesa ha sido todo un éxito en nuestras salas y no era para menos...



De Caravana es una historia de amor entre un chico y una chica que pertenecen a círculos muy distintos. Dadas determinadas circunstancias, se ven envueltos en una situación en la que ambos mundos se cruzan, y a partir de ahí se despliegan una serie de situaciones hilarantes y otras veces emocionantes que constituyen un retrato vivo, auténtico y colorido de algunas escenas culturales y sociales de nuestra Córdoba.
Lo que se destaca en su realización no es sólo el guión de Rosendo Ruíz, las interpretaciones como las de Francisco Colja, Yohana Pereyra, Rodrigo Savina, Martin Rena y Gustavo Almada, sino además el ritmo, que hace honor al nombre De Caravana y nos lleva en un recorrido intenso y bien punteado por el compás del cuarteto.
Hay que tener en cuenta que esta podría ser una clásica historia de amor, pero enmarcada en la más arraigada vena cultural cordobesa recuerda a esas letras de la Mona, las que tienen detalles de la vida cotidiana con sabor a doble sentido. Y esto no sólo se refleja en el lenguaje sino también en el desarrollo de la película, que da lugar a más de una lectura porque podemos ver la oposición de dos universos culturales bien marcados de nuestra sociedad. Por un lado están los barrios residenciales, la ropa de marca, la tonada más desprovista de regionalismo, el sentido de una clase educada con mucha fuerza institucional; y por el otro la villa, la fuerte entonación de las palabras y la condición del “muchacho de barrio”, que bien define Jimenez en su canción del mismo nombre. Ambas caras de la moneda están mostradas por el director desde una distancia que nos permite observar con claridad lo compatible e incompatible entre unos y otros. Esas diferencias que surgen de los mismos límites del entorno social y cultural, en vez de ser algo intrínseco a los personajes. En este sentido, lo que limita la tolerancia no son las personas en sí, sino las pautas que han aprendido, esas que han sido más impuestas que elegidas.

Y fluyendo como sólo fluye la tonada cordobesa, estos temas de tolerancia, de deber ser, de prejuicios aprendidos y demás cuestiones pequeñas y grandes se desenvuelven con agudeza y soltura, con ocurrencia y musicalidad local.

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